martes, 9 de junio de 2009

MEMORIAS DEL SEXTO CONGRESO DE FENACEFED "HACIA UNA FORMACION DE CALIDAD"

EL ACTIVISMO, ENEMIGO DE LA FORMACIÓN

Formar “hijos” espirituales requiere tiempo y paciencia. No podemos pretender acelerar el proceso cuando se trata de formar el carácter de un discípulo. Tal como nos lo describe el mandato Grancomisionista en Mateo 28:18-20, los discípulos hay que “hacerlos”. Luego, alguien debe dedicar su tiempo prioritariamente para lograrlo.

Una triste realidad con la que nos podemos encontrar es que estemos “tan ocupados”, en tantas cosas que estemos descuidando el proceso educativo-formativo del discipulado. Esto degenera en un mar de actividades sin fin, cansancio y lo más triste: frustración y deterioro de la vida espiritual, tanto del líder como del discípulo.

Muchos siervos de Dios tratan de combatir el activismo, pero para esto es necesario decirnos la verdad sobre cuál es el verdadero origen de éste. ¿Qué hay detrás del activismo?

1. EL ACTIVISMO: UNA SEÑAL DE INSEGURIDAD

Si revisáramos qué hay detrás del activismo, podríamos encontrar que muchas veces hay: inseguridad, ansiedad y culpas ficticias. Puede ser que nos sentimos inseguros por que los resultados no se dan como queremos. En otros casos, la falsa culpa nos lleva a siempre “estar haciendo algo”, como si todo dependiera de nosotros o como si de eso dependiera la bendición de Dios. Esto lleva a veces, a que nos sintamos “culpables” de descansar o invertir un tiempo en sí mismo.

En otros casos, detrás del activismo frenético puede haber ansia de competir y búsqueda de reconocimiento a través de los resultados. La pregunta que como siervos de Dios siempre tendremos que hacernos es: ¿Buscamos fruto o resultados? ¿Buscamos glorificar a Dios o mostrar éxitos y logros ministeriales? No podemos olvidar la enseñanza de nuestro padre en la fe: “Busquemos ser útiles, no importantes”.

La gestión de un líder, se mide por los resultados que produce, los cuales obtiene por el esfuerzo y el mérito personal. Pero, los hombres de fe dan fruto como consecuencia de la vida en el Espíritu, pues es el Espíritu Santo quien nos provee de fe para lograrlo. Los líderes dan resultados para el futuro, pero los hombres de fe dan fruto para la eternidad, pues allí está su recompensa. Un triste ejemplo es Saúl. Aunque Dios ya le había dado dirección a través de Samuel, no supo esperar, sino que actuó precipitadamente debido a su inseguridad y guiado por su propia lógica (1 Samuel 10:8, 13:8-12)

2. RESCATANDO LAS PRIORIDADES

Si nuestros días son tan apretados, de tal manera que estamos sacrificando los cursos de formación, las pastorales y la vida en célula, seguramente necesitamos reorganizar nuestras actividades. Hay mucho qué hacer y mucho más que nos gustaría hacer, pero el tiempo no está hecho de goma y no se estira. Esto hace que sea necesario escoger cada día, según nuestras prioridades, las actividades a las que nos dedicaremos, y proceder a ejercitar el sabio principio administrativo de la delegación.

Jesús no condenó a Martha, la hermana de Lázaro, por preocuparse de los quehaceres de la casa, sólo le pidió fijar prioridades. María, al parecer, había dejado a un lado toda responsabilidad, para sentarse a los pies de Jesús. Pero ella había escogido la mejor parte. Lo que era necesario no era la comida, sino la comunión con Cristo (Lucas 10:41-42). Cuán fácil resulta turbarse con muchas cosas, que pueden ser buenas, pero lo “necesario” siempre ha de tener prioridad (Salmo 81:13-16)

Es importante preguntarnos: ¿realmente qué es necesario? Aquí es necesario recordar el punto No 9, de los 40 pasos para la Conquista: “En la conquista, el Agente de Cambio no hace lo bueno, sino aquello que lo lleva a cumplir el objetivo” (Josué 3:16). Josué no se dejó llevar por su lógica ni por su astucia, se limitó a obedecer y seguir instrucciones.

Según hemos aprendido en nuestra familia de la fe, debemos vivir por prioridades:
*Para el casado(a): primero, Dios, segundo: sí mismo, tercero: su cónyuge, cuarto: sus hijos, quinto: el ministerio
*Para el soltero(a): primero: Dios, segundo: sí mismo, tercero: su familia, sobre todos sus padres, cuarto: el ministerio.

No se puede establecer un ministerio exitoso sobre las ruinas de una familia (caso de los casados(as)); ni sobre el deterioro físico y mental de una persona (caso del soltero(a). De igual manera no se puede establecer un ministerio exitoso sobre unos adiestramientos mediocres y a medio terminar.

Cuando nos sintamos abrumados por no tener tiempo para la enseñanza y la pastoral, preguntémonos qué es necesario. Cuando quitamos de en medio lo que no es necesario, lo más importante ocupará el lugar que le corresponde y disminuirán las tensiones. Ahora bien, para poder dedicarnos a los asuntos prioritarios, es necesario delegar con sabiduría, con confianza y siempre acompañando la delegación con entrenamiento.

3. LA AGENDA Y LA AUTOREGULACIÓN

Una siervo(a) de Dios disciplinado(a) vive por prioridades y no por urgencias (“apagando fuegos”). Cuando siempre estamos atendiendo cosas urgentes, o colocándole a todo el título de “urgente”, es señal de que está faltando previsión y planeación; en otras palabras, estamos trabajando desordenadamente.

Por muy bien planeada que esté una agenda, se requiere de disciplina y autorregulación (controlarse uno mismo) para poder cumplirla. Esto significa, que aunque nadie me esté mirando, estoy actuando según lo previsto y lo proyectado. No basta planear en febrero el curso de formación, se requiere disciplina para perseverar en el desarrollo del mismo hasta coronarlo al finalizar el año. Esta disciplina implica, invertir tiempo en preparar una clase, hacer una cartelera, corregir un examen o una tarea, entendiendo que en esas pequeñas tareas estamos implementando el proceso de formación.

4. EL ACTIVISMO NO ES SUSTITUTO DE LA VIDA DE FE

Debemos buscar que nuestra acción sea más bien el producto de nuestra fe y no que el activismo sea la careta que tape la incredulidad y el miedo a fracasar. Estamos llamados a trabajar ardua, disciplinada, pero inteligentemente.

En la conquista estamos llamados a ser hombres y mujeres de fe, que entienden la vida del Espíritu, que descansan en Dios, entendiendo que la empresa de la Gran Comisión es de Él y que nosotros sólo somos un instrumento del Espíritu Santo para un propósito específico en un tiempo específico (Isaías 30:15)

La inseguridad y la vida por emociones nos puede impulsar a estar cambiando la agenda para acelerar los resultados, pero tal como hemos sido enseñados por nuestro líder, en la conquista: “Los hombres de fe perseveran para siempre en lo que les ha sido encomendado, no se inventan nada nuevo, pues saben que ya todo ha sido dicho y está escrito” (Filipenses 3:14)

En el desarrollo de los Cursos de Formación, la vida de fe nos lleva a trabajar con visión a largo plazo (visionarios), sabiendo que cosecharemos el fruto de ver un discípulo formado, sino desmayamos en la enseñanza y la pastoral. Cuando nos vemos en la dimensión de la lógica y no de la fe, vemos las cosas según nuestro parecer, perdemos la óptica de Dios y caeremos en el síndrome de la inseguridad y la angustia.

APLICACIÓN TEOTERÁPICA

Cuando la agenda esté sobrecargada, a tal punto que no hay tiempo para los cursos de formación, y la vida en célula, o bien nos estamos apartando del propósito de Dios o estamos yendo más allá de los límites que Él fijó.

Hay dos clases de líderes:
*El que trabaja como loco, del amanecer al anochecer sin ver frutos
*El que trabaja reflexionando, no se ve agotado, tenso, neurótico, pero produce, rinde, porque trabaja estratégicamente.

Cuando tenemos claro a qué hemos sido llamados, no nos distraemos con nada. “En la conquista no operan los instrumentos humanos sino la estrategia de Dios”, la cual sigue siendo: “Ganar, edificar y enviar” (“ Timoteo 2:2)

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